El retrato y la comunicación.
Un tipo de fotografía, a la que normalmente estamos más acostumbrados, es el retrato. En el retrato, se trata de captar una imagen personal. Cuando un sujeto se somete al retrato supone dos cosas: que la persona muestra una imagen de sí misma a los demás, y que esa misma persona, trata de mostrarse a sí mismo, a través de la visión o capacidad de captar del fotógrafo, bien sea un profesional o una persona conocida o cercana, a la persona retratada.
La imagen resultante de ese instante, a través de la cámara, es una fracción de tiempo, un momento en el que muchos elementos que participan en la expresión están en juego. Nuestras expresiones cambian constantemente en la interacción con los demás, según nuestro estado de ánimo, respondiendo a los estímulos externos, estímulos de nuestra realidad circundante que conforman un conjunto complejo y cambiante. El retrato, es pues, un mensaje, que el sujeto dirige a sí mismo y a los demás. Esto es comunicación.
En toda comunicación intervienen una serie de elementos, a saber: emisor, persona que emite el mensaje. Receptor, quien o quienes reciben el mensaje del emisor. Canal, sistema por el que se realiza en mensaje, de viva voz, teléfono, etc. Código, lenguaje, signos empleados para el envío del mensaje, idioma, etc. Contexto, lugar donde se produce la comunicación. Retroalimentación, efectos que vemos en los demás de nuestro mensaje, ruidos o interferencias, etc. Estos, y algunos más, son elementos que intervienen en toda comunicación.
En el caso del retrato, el emisor es la persona fotografiada, y envía un mensaje a los demás y a sí mismo. El canal es la fotografía, y el mensaje, es la propia imagen. En este caso, una imagen estática, bidimensional, en color o blanco y negro. Y, lo más importante, el mensaje, está contenido en la propia imagen.
Cuando observamos un retrato, con frecuencia, nos preguntamos por la persona fotografiada, tratamos de llegar más allá a través de los signos de la imagen: expresión, aspecto, facciones, contexto, etc. Cuando ese retrato es de una persona conocida, tratamos de percibir en el retrato aquellas características de personalidad con las que estamos acostumbrados a tratar, tratamos de identificar el concepto que tenemos de la persona retratada, su carácter, aquello que nos es familiar en su conducta. Buscamos la familiaridad. Cuando el retrato es de nosotros mismos, inconscientemente, buscamos aquello que los demás puedan ver de nosotros mismos, y aquello de lo que nosotros mismos creemos proyectar en los demás.
Un bebé, un recién nacido, tiene una visión más periférica de sus semejantes, en la medida que evoluciona, y al poco tiempo, conforme madura, su visión de las personas, que le dirigen sonrisas y muescas, se va centrando en aspectos del rostro: la frente, las pestañas, parpados, ojos, boca. Es una excelente forma de comenzar a investigar las características personales de los demás mediante rasgos concretos de las facciones. A lo largo de nuestra evolución, se incorporan otros elementos, como son las expresiones, los movimientos de nuestras manos, aspecto, etc, siendo el más importante, el lenguaje.
La convivencia en grupo nos obliga a desarrollar una serie de recursos para nuestra supervivencia. Dentro de estos recursos se encuentra el integrar a las personas que nos rodean dentro de un determinado esquema, un estereotipo, una etiqueta. Esta forma de proceder podemos transladarla a la visión de un rostro en una fotografía, en un retrato.
en un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid sobre el proceso de percepción del rostro en el cerebro humano, se llega a la conclusión que las personas percibimos más rápidamente los caracteres externos del rostro, pelo, orejas, etc, que los caracteres internos del mismo rostro, es decir; nariz, ojos, boca. Aunque no conozco a fondo el estudio, entiendo que se trataría de un rostro inexpresivo. Me pregunto, cual sería la conclusión del mismo estudio, introduciendo una variable como la expresión de alguna emoción básica, como son: la alegría, la tristeza, la sorpresa, el miedo, la ira o el asco.
El rostro humano y la fotografía.
Actualmente, estamos acostumbrados a la visión de fotografías. Históricamente, la fotografía ha sido utilizada, principalmente, para la toma de imágenes de personas. Fotografía era sinónimo de retrato. El rostro humano en la fotografía mantiene similares "normas" respecto de la composición, con algunas salvedades propias del retrato. La regla de los tercios, se sigue manteniendo, básicamente, para un retrato bien captado. El centro del interés dependerá del plano, pudiendo ser, el plano americano, el tres cuartos, medio plano y primer plano. Según sea la elección del plano, el punto de interés debería centrarse, de forma general, desde el contorno-rostro, hasta las expresiones o, incluso, los ojos, como objetivo principal de la imagen.
En ocasiones, habremos contemplado rostros inexpresivos en encuadres centrados que han despertado nuestro mayor interés. En otras ocasiones, los aficionados o profesionales de la fotografía, hemos podido estar al límite de sufrir un infarto cerebral cuando algún conocido o familiar nos ha invitado a ver las últimas fotos de tal o cual pariente o del sonrosado bebé de turno. Parece ser, que la norma básica en este caso sería "en el retrato, vale cualquier composición, salvo, el que provoca aburrimiento"
Componiendo en función de la dirección de la mirada.
Vamos andando por la calle, de repente observamos que alguien mira insistentemente en una dirección, normalmente hacia arriba, hacia algún punto que escapa a nuestra visión periférica. Que levante la mano quién haya podido evitar mirar aunque sea de reojo en la dirección en la que mira nuestro curioso desconocido. En la fotografía del retrato pasa algo similar, si el sujeto mira en una dirección diferente de la del objetivo de la cámara, es muy probable que los observadores dirijamos una rápida y furtiva mirada en la misma dirección que el sujeto de la imagen. Por lo tanto, lo normal, será que compositivamente, demos más espacio en la parte de la imagen hacia donde se dirige la mirada. no parece lógico, salvo que la fuerza de la imagen lo requiera, que demos más espacio por la parte posterior del rostro, por la nuca.
Componiendo según el ángulo de la cabeza.
Si nos fijamos en la mayoría de los retratos de grandes personalidades, principalmente respecto de las tendencias fotográficas en el retrato del mediados del S XX, veremos que los personajes mantenían una actitud intensamente erguida, rígida, lo que se suele denominar popularmente "más tiesos que un palo". Este tipo de retrato mostraba un personaje serio, envestido de una profunda dignidad. Es poco habitual ver ese tipo de imagen hoy en día, la persona suele tener un aire más desenfadado, tratando de buscar una pose relajada, la fotografía sale del estudio y se hace en los lugares habituales, familiares para el personaje. Si la imagen es un medio plano o está de frente, lo habitual es que presente un cierto ángulo de inclinación de la cabeza respecto del tronco. Con ello se consigue una imagen desenfadada del personaje.
Ángulo del plano focal respecto del sujeto.
Si observamos retratos de personajes de primer plano o primerísimo plano, veremos que la cámara se situa ligeramente por encima de los ojos del sujeto. De esta forma, si mira a la cámara, los ojos se muestran más grandes. De este tipo de plano suele recortarse la cabeza, el cuero cabelludo, si se tiene ¡claro! Un primer plano con la barbilla ligeramente levantada, o como parte más cercana al plano focal, daría como resultado una actitud desafiante y de superioridad del sujeto. Por otra parte, en determinadas personas, resaltaría la parte del cuello de la papada. Si le hacemos una foto así a alguien, podríamos acabar siendo golpeados con nuestra propia cámara.
Horizontal vs vertical.
La composición vertical es la más elegida para el retrato. Es normal si queremos mantener la proporcionalidad. Las proporciones del ser humano son más verticales, ¡normalmente!. ¿Qué ocurre si decidimos hacer un plano horizontal? Nada, posiblemente no quede bien en un retrato centrado mirando de frente, por contra, si incorporamos los brazos apoyados a algo, y ligéramente extendidos, puede quedar una imagen de los más atractiva. En alguna parte he leido que desde la generalización de la fotografía digital, se realizan, en general, más planos horizontales que verticales. Aunque, ¡claro! no en el retrato exclusivamente.
La expresión en el retrato.
Las personas estamos programadas para transmitir y reconocer emociones. Un retrato sin expresión es un retrato sin emociones. De forma sutil, o más explícita, es impresicindible incorporar alguna emoción a través de las expresiones del sujeto. Si la persona fotografiada no es un modelo profesional, podemos hacer que nos trasmita emociones, por pequeña que esta sea, mediante algún tipo de manipulación psicológica. Para ello, podemos comunicarnos con el sujeto, hablarle; el tono, el tema, la explicación previa de lo que queremos conseguir, el dejar un tiempo de adaptación al entorno, etc, pueden ser nuestros aliados en conseguir lo que queremos del sujeto.
Proporción del rostro en el retrato.
Muchos retratos representan un primerísimo plano del sujeto. Este tipo de imagen, nos puede trasmitir cordialidad, cercanía, intimidad, etc. Resultan muy agradables si el sujeto presenta un cierto aspecto amigable o ligeramente sonriente. Por contra, si la expresión del sujeto es dura, fría, puede resultar una imagen muy amenazadora y hostil, incluso retadora. Si el sujeto no dirige la mirada a la cámara, manteniendo un ángulo ligeramente inclinado hacia abajo, puede trasmitir un aire bucólico o nostálgico. Si la mirada se dirige hacia arriba, puede ser dos cosas: que de una sensación de súplica, o que la súplica nos la esté dirigiendo a nosotros para acabar de una vez la sesión fotográfica. ¡¡ojo a estos pequeños detalles!!
Continuará...
Un tipo de fotografía, a la que normalmente estamos más acostumbrados, es el retrato. En el retrato, se trata de captar una imagen personal. Cuando un sujeto se somete al retrato supone dos cosas: que la persona muestra una imagen de sí misma a los demás, y que esa misma persona, trata de mostrarse a sí mismo, a través de la visión o capacidad de captar del fotógrafo, bien sea un profesional o una persona conocida o cercana, a la persona retratada.
La imagen resultante de ese instante, a través de la cámara, es una fracción de tiempo, un momento en el que muchos elementos que participan en la expresión están en juego. Nuestras expresiones cambian constantemente en la interacción con los demás, según nuestro estado de ánimo, respondiendo a los estímulos externos, estímulos de nuestra realidad circundante que conforman un conjunto complejo y cambiante. El retrato, es pues, un mensaje, que el sujeto dirige a sí mismo y a los demás. Esto es comunicación.
En toda comunicación intervienen una serie de elementos, a saber: emisor, persona que emite el mensaje. Receptor, quien o quienes reciben el mensaje del emisor. Canal, sistema por el que se realiza en mensaje, de viva voz, teléfono, etc. Código, lenguaje, signos empleados para el envío del mensaje, idioma, etc. Contexto, lugar donde se produce la comunicación. Retroalimentación, efectos que vemos en los demás de nuestro mensaje, ruidos o interferencias, etc. Estos, y algunos más, son elementos que intervienen en toda comunicación.
En el caso del retrato, el emisor es la persona fotografiada, y envía un mensaje a los demás y a sí mismo. El canal es la fotografía, y el mensaje, es la propia imagen. En este caso, una imagen estática, bidimensional, en color o blanco y negro. Y, lo más importante, el mensaje, está contenido en la propia imagen.
Cuando observamos un retrato, con frecuencia, nos preguntamos por la persona fotografiada, tratamos de llegar más allá a través de los signos de la imagen: expresión, aspecto, facciones, contexto, etc. Cuando ese retrato es de una persona conocida, tratamos de percibir en el retrato aquellas características de personalidad con las que estamos acostumbrados a tratar, tratamos de identificar el concepto que tenemos de la persona retratada, su carácter, aquello que nos es familiar en su conducta. Buscamos la familiaridad. Cuando el retrato es de nosotros mismos, inconscientemente, buscamos aquello que los demás puedan ver de nosotros mismos, y aquello de lo que nosotros mismos creemos proyectar en los demás.
Un bebé, un recién nacido, tiene una visión más periférica de sus semejantes, en la medida que evoluciona, y al poco tiempo, conforme madura, su visión de las personas, que le dirigen sonrisas y muescas, se va centrando en aspectos del rostro: la frente, las pestañas, parpados, ojos, boca. Es una excelente forma de comenzar a investigar las características personales de los demás mediante rasgos concretos de las facciones. A lo largo de nuestra evolución, se incorporan otros elementos, como son las expresiones, los movimientos de nuestras manos, aspecto, etc, siendo el más importante, el lenguaje.
La convivencia en grupo nos obliga a desarrollar una serie de recursos para nuestra supervivencia. Dentro de estos recursos se encuentra el integrar a las personas que nos rodean dentro de un determinado esquema, un estereotipo, una etiqueta. Esta forma de proceder podemos transladarla a la visión de un rostro en una fotografía, en un retrato.
en un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid sobre el proceso de percepción del rostro en el cerebro humano, se llega a la conclusión que las personas percibimos más rápidamente los caracteres externos del rostro, pelo, orejas, etc, que los caracteres internos del mismo rostro, es decir; nariz, ojos, boca. Aunque no conozco a fondo el estudio, entiendo que se trataría de un rostro inexpresivo. Me pregunto, cual sería la conclusión del mismo estudio, introduciendo una variable como la expresión de alguna emoción básica, como son: la alegría, la tristeza, la sorpresa, el miedo, la ira o el asco.
El rostro humano y la fotografía.
Actualmente, estamos acostumbrados a la visión de fotografías. Históricamente, la fotografía ha sido utilizada, principalmente, para la toma de imágenes de personas. Fotografía era sinónimo de retrato. El rostro humano en la fotografía mantiene similares "normas" respecto de la composición, con algunas salvedades propias del retrato. La regla de los tercios, se sigue manteniendo, básicamente, para un retrato bien captado. El centro del interés dependerá del plano, pudiendo ser, el plano americano, el tres cuartos, medio plano y primer plano. Según sea la elección del plano, el punto de interés debería centrarse, de forma general, desde el contorno-rostro, hasta las expresiones o, incluso, los ojos, como objetivo principal de la imagen.
En ocasiones, habremos contemplado rostros inexpresivos en encuadres centrados que han despertado nuestro mayor interés. En otras ocasiones, los aficionados o profesionales de la fotografía, hemos podido estar al límite de sufrir un infarto cerebral cuando algún conocido o familiar nos ha invitado a ver las últimas fotos de tal o cual pariente o del sonrosado bebé de turno. Parece ser, que la norma básica en este caso sería "en el retrato, vale cualquier composición, salvo, el que provoca aburrimiento"
Componiendo en función de la dirección de la mirada.
Vamos andando por la calle, de repente observamos que alguien mira insistentemente en una dirección, normalmente hacia arriba, hacia algún punto que escapa a nuestra visión periférica. Que levante la mano quién haya podido evitar mirar aunque sea de reojo en la dirección en la que mira nuestro curioso desconocido. En la fotografía del retrato pasa algo similar, si el sujeto mira en una dirección diferente de la del objetivo de la cámara, es muy probable que los observadores dirijamos una rápida y furtiva mirada en la misma dirección que el sujeto de la imagen. Por lo tanto, lo normal, será que compositivamente, demos más espacio en la parte de la imagen hacia donde se dirige la mirada. no parece lógico, salvo que la fuerza de la imagen lo requiera, que demos más espacio por la parte posterior del rostro, por la nuca.
Componiendo según el ángulo de la cabeza.
Si nos fijamos en la mayoría de los retratos de grandes personalidades, principalmente respecto de las tendencias fotográficas en el retrato del mediados del S XX, veremos que los personajes mantenían una actitud intensamente erguida, rígida, lo que se suele denominar popularmente "más tiesos que un palo". Este tipo de retrato mostraba un personaje serio, envestido de una profunda dignidad. Es poco habitual ver ese tipo de imagen hoy en día, la persona suele tener un aire más desenfadado, tratando de buscar una pose relajada, la fotografía sale del estudio y se hace en los lugares habituales, familiares para el personaje. Si la imagen es un medio plano o está de frente, lo habitual es que presente un cierto ángulo de inclinación de la cabeza respecto del tronco. Con ello se consigue una imagen desenfadada del personaje.
Ángulo del plano focal respecto del sujeto.
Si observamos retratos de personajes de primer plano o primerísimo plano, veremos que la cámara se situa ligeramente por encima de los ojos del sujeto. De esta forma, si mira a la cámara, los ojos se muestran más grandes. De este tipo de plano suele recortarse la cabeza, el cuero cabelludo, si se tiene ¡claro! Un primer plano con la barbilla ligeramente levantada, o como parte más cercana al plano focal, daría como resultado una actitud desafiante y de superioridad del sujeto. Por otra parte, en determinadas personas, resaltaría la parte del cuello de la papada. Si le hacemos una foto así a alguien, podríamos acabar siendo golpeados con nuestra propia cámara.
Horizontal vs vertical.
La composición vertical es la más elegida para el retrato. Es normal si queremos mantener la proporcionalidad. Las proporciones del ser humano son más verticales, ¡normalmente!. ¿Qué ocurre si decidimos hacer un plano horizontal? Nada, posiblemente no quede bien en un retrato centrado mirando de frente, por contra, si incorporamos los brazos apoyados a algo, y ligéramente extendidos, puede quedar una imagen de los más atractiva. En alguna parte he leido que desde la generalización de la fotografía digital, se realizan, en general, más planos horizontales que verticales. Aunque, ¡claro! no en el retrato exclusivamente.
La expresión en el retrato.
Las personas estamos programadas para transmitir y reconocer emociones. Un retrato sin expresión es un retrato sin emociones. De forma sutil, o más explícita, es impresicindible incorporar alguna emoción a través de las expresiones del sujeto. Si la persona fotografiada no es un modelo profesional, podemos hacer que nos trasmita emociones, por pequeña que esta sea, mediante algún tipo de manipulación psicológica. Para ello, podemos comunicarnos con el sujeto, hablarle; el tono, el tema, la explicación previa de lo que queremos conseguir, el dejar un tiempo de adaptación al entorno, etc, pueden ser nuestros aliados en conseguir lo que queremos del sujeto.
Proporción del rostro en el retrato.
Muchos retratos representan un primerísimo plano del sujeto. Este tipo de imagen, nos puede trasmitir cordialidad, cercanía, intimidad, etc. Resultan muy agradables si el sujeto presenta un cierto aspecto amigable o ligeramente sonriente. Por contra, si la expresión del sujeto es dura, fría, puede resultar una imagen muy amenazadora y hostil, incluso retadora. Si el sujeto no dirige la mirada a la cámara, manteniendo un ángulo ligeramente inclinado hacia abajo, puede trasmitir un aire bucólico o nostálgico. Si la mirada se dirige hacia arriba, puede ser dos cosas: que de una sensación de súplica, o que la súplica nos la esté dirigiendo a nosotros para acabar de una vez la sesión fotográfica. ¡¡ojo a estos pequeños detalles!!
Continuará...




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