14 de diciembre de 2009

Seguir andando, quizás... volar




Una de las cosas que más nos excita de pequeños, es la novedad. Lo novedoso supone atención, y por lo tanto, aprendizaje. Aprendemos más de lo novedoso, si además, nos resulta sorpresivo, si afecta a nuestras emociones más intensas. Nuestra atención, en estas situaciones, se agudiza e intensifica, quedando más fácilmente grabado en nuestra memoria.

Según vamos avanzando en la edad, es más difícil que algo nos sorprenda y llame nuestra atención; buscamos y permanecemos expectantes ante nuevos hechos que nos hagan revivir esa sensación tan agradable que se experiementa ante un nuevo estímulo en nuestras vidas.

De todos los sentidos, posiblemente el más importante para el ser humano, sea el sentido de la vista. Somos eminentemente visuales, incluso en nuestras interacciones con los demás; la comunicación no hablada, los gestos, suponen entre un 60 y un 85% del totasl de la comunicación. La imagen de lo vivido, es algo que tratamos de perpetuar en nuestros recuerdos. La fotografía supuso un gran apoyo a esos recuerdos de nuestros seres queridos, de todos aquellos momentos que vivimos alegres y felices junto a nuestros amigos y familiares. Grabar el momento se ha ido convirtiendo, poco a poco, en una obsesión, potenciada, actualemte, por la proliferación de la fotografía digital y la posibilidad de ver, de forma inmediata, aquello que quedará fijado en un soporte magnético, apoyando la sensación de que no escapará a la memoria con el paso del tiempo.

Muchos hemos empezado en la fotografía con la intención de captar personas y momentos, recuerdos. La mejoría en la técnica supone un acicate para continuar practicando nuestra afición. Compramos herramientas cada vez más caras y sofisticadas, ampliamos la posibilidad de expresión a través de nuevos objetivos que nos permiten ampliar o reducir nuestra capacidad de captación del detalle o del ambiente, muy por encima de nuestras posibilidades físicas.

Imágenes y más imágenes se acumulan en nuestros pc´s y discos duros de almacenaje. Con la compra de un nuevo elemento, un objetivo, un cuerpo de cámara, etc, se incrementa el número de nuestros disparos, y casi con igual rapidez, decrece el número de los mismos conforme pasa el tiempo. Y poco a poco, nuestra cámara se convierte en un elemento cotidiano que queda relegada a un segundo plano.

Quizás debamos cuestionarnos si nuestra querida afición es solo una muestra fetichista más producto de la sociedad de consumo, que quizás sea el instrumento, nuestra venerada cámara, lo que prevalece por encima del resultado, la causa que provoca que seamos practicantes de la fotografía. Quizás no sea la imagen lo que buscamos, quizás solo sea el objeto entre nuestras manos lo que nos provoca satisfacción. Nikonistas, Canonistas y un montón de "istas" más, pululan como abanderados defensores de la capacidad tecnológica de sus juguetes, de sus caprichos, adorados como modernos dioses, en tanto en cuanto se mantienen como novedad y son capaces de excitar nuestra hilaridad.

La afición hacia la fotografía se muestra con imágenes producto de nuestros aparatos. Adorando el objeto no salen fotos, solo ilusiones no tangibles con una imagen. El movimiento se demuestra caminando, eso sí, siempre acompañados de nuestra cámara amiga.

Fotos tomadas en las islas Columbretes (Castellón)